miércoles, 11 de junio de 2008

La zorra y el águila

Gracias a una de seas cosas inexplicables que ocurren en la vida, la zorra y el águila se hicieron amigas. A menudo la zorra subía a lo más alto de los acantilados, donde tenía su nido el águila, y allí se pasaban horas conversando. Incluso la zorra se había ofrecido como madrina de los polluelos cuando rompieran el cascarón.
Un día, la raposa fue a visitar a la reina de las aves y no la encontró en casa pues había salido en busca del diario sustento. La tentación fue mucha y la zorra –zorra al fin− se zampó los huevos de su amiga emplumada. Cuando esta regresó encontró a la vulpeja, junto a los cascarones deshechos, relamiéndose aún los bigotes.
Al águila la invadió el desconsuelo, pero tal sentimiento no afloró a su rostro y, con una calma que no sentía, le preguntó a la zorra si sabía lo que había sucedido. Esta, creyéndose astuta, le respondió:
−Nada sé, comadre. Cuando llegué ya estaban rotos. Precisamente me quedé aquí para preservar cualquier evidencia.
−Se lo agradezco mucho, gracias a usted, ya conozco al culpable.
Pasaron varios días sin verse pues la raposa dejó de subir al risco y el águila no bajaba al valle. Pero una mañana el ave divisó desde su altura a la zorra que escarbaba en la tierra. Con un suave planeo descendió y se posó junto a ella.
−¿Qué hace comadre?
−Estoy buscando algo que comer. Tengo mucha hambre.
−¿Por qué no me lo dijo? Yo conozco un lugar donde la comida es abundante y gratis. Yo misma voy a comer allí todos los días.
−¿Y me enseñará el lugar?
−Haré más que eso… la llevaré.
−Gracias comadre, gracias.
El águila indicó a la zorra que se subiera a su espalda y pronta, alzó el vuelo. Se elevó y se elevó hasta dejar atrás las copas de los pinos más altos.
−¿Falta mucho comadre?
−No tanto comadre, no tanto.
Y siguió elevándose hasta que dejó chiquitas las montañas. Allí la raposa volvió a preguntar y recibió igual respuesta del águila que seguía ganando altura. Así, pronto rebasaron los primeros celajes.
−¿Falta mucho comadre?
−Ya estamos llegando.
Un poco más de esfuerzo y el ave voló por encima de unas nubes tan espesas que parecían rocas.
−Hemos llegado comadre, ya puede bajarse.
He aquí que la zorra saltó de su alada montura y comenzó a caer y a caer. Y mientras caía le dijo al águila que volaba en picada a la par con ella:
−Hay, comadre, yo confié en usted y me ha dejado caer al vacío.
−Igual yo confié en usted −replicó el ave− y se comió mis huevos.
¿Moralejas? Hay varias, escoja usted la que mejor le parezca.

miércoles, 4 de junio de 2008

El mar para las nuevas generaciones

Muchas veces oímos decir que el mar es fuente de vida, pero quizás no interiorizamos esa sentencia en toda su magnitud. Está probado que los seres que pueblan la Tierra tuvieron su origen en el mar y se sabe que este ocupa la parte mayoritaria de la superficie nuestro planeta que precisamente por ello recibe el apelativo de planeta azul.
El océano reviste gran importancia práctica para el ser humano. De su seno se obtienen alimentos, medicinas, minerales y variados productos para la industria. Muchos de los pueblos del mundo poseen una economía basada mayoritariamente en el mar.
Pero ahí no termina la larga lista de beneficios que, generosamente, no ofrece el gran piélago. Recordemos que las corrientes oceánicas son mecanismos reguladores del clima y que a través de las rutas marítimas se realiza el grueso del comercio mundial.
El mar tiene también parajes que por su belleza atraen a las personas deseosas de relajarse. Resulta casi innecesario insistir en la necesidad de preservar la salud del gigante salado, porque ¿a quién le interesaría una playa de agua sucia, o donde los surfistas y nadadores tengan que abrirse paso entre desechos flotantes?
¿Y que pasaría si la contaminación matara los animales y plantas marinas que nos sirven de alimento o de los que obtenemos fármacos?
Por su condición de archipiélago tropical, para Cuba el mar reviste una importancia vital. De renglones económicos relacionados con el mar provienen gran parte de los ingresos a nuestro presupuesto nacional.
El gobierno cubano invierte cuantiosos recursos en la protección de las aguas que nos rodean. Pero, sin la voluntad de la población esos recursos tendrían que multiplicarse y aún así no serían suficientes a su propósito.
Es por ello que no resulta ocioso insistir en el tema. La protección del mar comienza al nivel de de la gente sencilla, en las cosas que la población debe suprimir de su lista de acciones para evitar que a él vayan a parar sustancias contaminantes. Algo tan sencillo como no echar productos químicos en los desagües, no arrojar basuras a los ríos o no verter directamente en ellos las aguas negras de las viviendas.
No es menos importante proteger la atmósfera, las aguas dulces y la misma tierra. Pero en mi comentario de hoy he querido centrarme en el mar, porque sin él, sencillamente, no existiéramos.
Entonces, reflexionemos, no solo el Día del Medio Ambiente, sino en cada día de nuestras vidas y trasmitámosle a nuestra descendencia la preocupación por proteger el mar, un recurso que mañana les pertenecerá por entero.