viernes, 27 de marzo de 2015

¿Para cuándo dijo que lo quería?



Sábado 31 de diciembre, nueve de la mañana. Pepe lleva ya sentado hora y media frente a la computadora cuando llega el jefe a la oficina –el jefe nunca llega antes que los subordinados, que para eso es jefe–. Entonces se acerca a Pepe con una sonrisa deslumbrante y, después de saludar formalmente, le dice: “Hace falta que me prepares un informe sobre los resultados del uso del chirimbolo de rosca izquierda durante el año pasado, separando a los usuarios por grupos de edades y profesiones, y me des el pronóstico de desarrollo para el año que viene”.
Pepe abre los ojos desmesuradamente y pregunta: “¿Para cuándo es eso jefe?”. La respuesta quiere ser simpática, pero en realidad es lapidaria: “Para ayer”.
Esta escena es bastante común en cualquier oficina. No se trata de que el jefe sea un tirano, no… solamente es desorganizado. O quizás quien es desorganizado es el jefe del jefe; o el jefe del jefe del jefe; o ¡vaya usted a saber quién a lo largo de la cadena de mando! Exigen disciplina y responsabilidad a los subordinados cuando ellos mismos son unos indisciplinados e irresponsables, incapaces de planificar el trabajo.
¡Y, allá va el pobre Pepe a dejar la tarea que tenía pensado llevar a cabo este sábado en la mañana! ¡Y allá va el pobre Pepe a quedarse hasta las tantas de la noche en la oficina y dejar plantada a su familia que lo espera para despedir el año! Todo para cumplir la exigencia del jefe que no supo organizarse.
Pero eso no es todo: ese mismo jefe llegará el lunes –más tarde que sus subordinados ¡que para eso es jefe, caramba!– a exigirle a Pepe, porque no cumplió con la tarea que debía haber realizado el sábado en lugar del titánico informe de los chirimbolos de rosca izquierda.
Cierto es que no todos los jefes se rigen por estas malas prácticas pero, como dije antes, es bastante frecuente… más de lo aconsejable.
También es cierto que a veces aparecen tareas imprevistas e impostergables. En esas ocasiones hay que crecerse, remangarse hasta el codo, meter mano a la faena y echar el resto hasta que se termine.
Pero si usted, estimado jefe, sabía que a fin de año había que confeccionar un informe sobre las ventajas del dichoso chirimbolo ¿por qué esperó hasta el 31 a las nueve de la mañana para encargárselo al pobre Pepe?
Por favor organícese, porque un día de estos, cuando venga con un encargo de esa índole y le diga a Pepe que es “para ayer”, él seguramente responderá con una sonora carcajada, se levantará de su puesto –no sin antes apagar la computadora– y se irá para su casa a festejar con su familia el fin de año, o cualquier otra fecha ¿qué más da?


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