miércoles, 30 de diciembre de 2015

El cantor que se fue con las estrellas


Diseño: Gilberto González García
Han pasado 13 años y, sin embargo, nos parece que fue ayer mismo el día que la radio y la televisión dieron la noticia del terrible acontecimiento: Polo Montañés había tenido un grave accidente.
Los médicos se esforzaron al máximo para preservar su vida y devolverle la salud, pero todo fue en vano, las lesiones sufridas eran demasiado severas y seis días después el popular cantautor abandonaba el mundo material para ir a reunirse con su montón de estrellas.
Quienes conocieron personalmente a Fernando Borrego Linares coinciden en definirlo como un hombre sencillo, afable, alegre y enamorado… enamorado de las mujeres y también de la vida.
No podía ser de otro modo: su origen fue uno de los más humildes que puede tener cualquiera.
Los cubanos, que disfrutamos tanto con las canciones de Polo, lo recordamos de una forma quizás un poco diferente, inalcanzable, como se ve a los artistas famosos, pero sin dejar de reconocer en su expresión, su vestuario y sus manos formadas en el duro laboreo, al hombre de campo: sencillo y un poco rústico.
Sus canciones hablan del poeta de elevados vuelos pero no de palabras rebuscadas y metáforas incomprensibles, sino de lenguaje claro y criollo. Por ello se ganó el apelativo artístico de Guajiro Natural.
Como cualquier ser humano gozó aventuras y sufrió desventuras, y con esos materiales tan diversos amasó las letras de sus tonadas, unas alegres y otras tristes, como corresponde a cualquier buen trovador.
Polo murió –hace 13 años ya, pero parece que fue ayer– y creo que no hubo un solo habitante de esta larga y estrecha faja de tierra con figura de caimán dormido al que, al menos, no se le aguaran los ojos al saber la noticia. Murió su cuerpo, pero el espíritu sigue viviendo en sus canciones.

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